La luz del sol, tal y como la vemos descompuesta en el arco iris, está formada por tres espectros lumínicos principales: el rojo, el azul y el verde. De su combinación surgen el resto de los colores. Las plantas absorben para la fotosíntesis solo el rojo y el azul, y reflejan el verde que es el que les da su color característico. En otoño, las plantas de hoja caduca retiran la clorofila de las hojas, por lo que pierden su color verde, y depositan en ellas antes de la caída sustancias de desecho y algunos protectores solares que les confieren los colores del amarillo al rojo.

No todos los animales ven los colores de la misma forma. Los insectos, y especialmente las abejas que son los principales polinizadores de las flores, no perciben el rojo, pero sí el ultravioleta. Diseñadas para los insectos, las flores silvestres son de color blanco, amarillo, azul, naranja, fucsia y morado pero escasean las de color rojo. Mientras que los frutos, diseñados para que se los coman las aves, que son los principales dispersadores de sus semillas, son predominantemente de color rojo, que para los pájaros es el color más visible, y en menor cantidad son de color azul, morado, negro o blanco.